viernes, 16 de diciembre de 2016

Un aterrizaje de nervios y emoción



Por: Daniel García Vargas
Tw: @DanielGarciaGol
IG: DanielGarciaVargas

Prepárense para el aterrizaje (voz de piloto)...¡Y pum! Las ruedas del avión tocaron por primera vez el suelo de Chile, luego de un viaje con dos escalas previas más otra estadía de un par de días en la hermosa Bogotá antes departir a la capital austral a través de la empresa Latam. Enseguida me persigné como muestra de agradecimiento a Dios y también como señal por haber llegado a la tierra prometida, en esa en la que queremos echar pa' adelante, como decimos en Venezuela.

El proceso de inmigración de mi vuelo fue llevado a cabo en la ciudad de Antofagasta, justamente la escala previa antes de nuestro verdadero destino: Santiago. En el aeropuerto Andrés Sabella bajaron todas nuestras maletas y uno a uno fuimos muy bien llevados por un par de agentes (mujeres) de la PDI (Policía de Investigaciones de Chile) a armar una fila para pasar a las ventanillas. Sin duda, les confieso que el nerviosismo trató de apoderarse de mí, por todo lo previo que había leído en los grupos. Están regresando gente... si no traes al menos mil dólares no te dejan pasar... si te ven nervioso te meten pal' cuartico... todos esos recuerdos cruzaban mi cabeza, pero intenté mantener la serenidad y recordar que cada experiencia es distinta y, sobre todo, que no vengo a hacer algo ilícito a este hermoso país, todo lo contrario.

Una a una las personas fueron pasando y entrando, todas de forma exitosa, y eso me llenó de confianza al momento en el que escuché el siguiente, por favor.¿Les doy un consejo? Sean precavidos. Las agentes durante todo el rato repitieron en la cola que tuviesen todos sus documentos a la mano, y con todo y eso me avergoncé de ver los gestos de los mismos cuerpos de seguridad al ver que los viajeros llegaban a la ventanilla y se daban cuenta de que no sabían dónde habían dejado su pasaporte. En fin. Al momento en que mi turno llegó, llegué sereno. Saludé y entregué mi pasaporte.

-Buenas noches, ¿cómo está? ¿Don Daniel? ¿a qué viene a Chile?

-Hola, muy bien gracias ¿y usted, cómo está? Vengo de vacaciones. Tengo un primo en la Región Metropolitana que me invitó a pasar unos días de descanso para desconectarme un poco de Caracas.

-Entiendo, muy bien. ¿a qué se dedica en Venezuela?

-Soy periodista, me especialicé en deportes. Así que vengo también a echarle una miradita al estadio Nacional y al Monumental, eso es prioridad (dije entre risas).

-Ahhh ¿periodista en Venezuela? Qué difícil eso, eh. Claro, el Monumental, supongo habrá escuchado hablar del Colo-Colo.

-Sí claro, el eterno campeón. A eso vengo.

-¿A qué dirección va a llegar?

-A esta (carta de invitación).

-¿Cuándo retornará? ¿Tiene boleto de regreso?

-Sí, claro, el último de este mes.

-Ya. Bienvenido a Chile, siga. 


Todo salió de maravilla. Gracias a Dios. Luego de eso, pasé a la correa a retirar mi equipaje y seguí hasta la salida de la puerta (gate) donde nos esperaba una revisión manual de nuestras maletas para pasar a tomar la conexión hasta la capital. El procedimiento fue rápido. Habían cinco oficiales en un mesón largo en el que tienes que abrir todo lo que lleves empacado. A menos de que lleves algún objeto de origen vegetal, animal, equipos electrónicos cuyos costos superen (si mal no recuerdo) los diez mil dólares, o estupefacientes, el chequeo transcurre de forma normal y tarda menos de cinco minutos. Llevaba un guante de béisbol que, por naturaleza, es de cuero animal, pero por fortuna el oficial conocía el deporte y supo al tiro que se trataba de un artículo deportivo y no hubo mayor detalle. Revisaron mi ropa, los bolsillos chicos, mi bolso de mano en la que llevaba mi computador y un bolso de medio lado para llevar entremeses, el pasaporte, los boarding pass y esas cosas de bolsillo.

Luego de eso, salté directo a la quinta puerta en la que ya estaba posado el avión que nos llevaría a Santiago. Abordamos y despegamos... Ya en el camino, justo antes de aterrizar, me percaté que detrás de mi asiento un caballero de acento gocho hablaba de Venezuela. Justo, un paisano. Y al lado otro, y dos filas más atrás también otra pareja. A mi lado, una ciudadana argentina. En la otra esquina, una española. La diversidad y la multiculturalidad se vive desde antes de bajar. Y eso me encanta.

Prepárense para el aterrizaje (voz de piloto)...¡Y pum! De nuevo me persigné. Este sí era el destino final del viaje y mi primer contacto a mis 24 años de edad con la capital chilena, esa bella ciudad de la que estuve atento con más de un año de anterioridad y que cada mañana me gustaba un poco más con todo su amplio menú para ofrecer. En el aeropuerto Arturo Meriño en Pudahuel, Ahíno hubo revisión, puesto que ya la habíamos hecho previamente en Antofagasta. Simplemente fuimos a la correa, recogimos y buscamos la salida.

Como en todo aeropuerto, en la puerta de salida hay un millón de taxis, pero si llegan nuevos no tengan ningún tipo de temor en buscar (puerta tres) a la empresa TransVIP. Con tu dirección en mano, te montan en una especie de camioneta tipo VAN en la que irás junto a tres, cuatro o cinco pasajeros más en la carrera, cuyo orden dependerá del conductor. Lo importante es que vas seguro y con un chofer que conoce la ciudad, y que de todos modos si no sabes explicarle, con amabilidad tratará de resolverte con tal de dejarte en la puerta de la casa y bajarte la maleta, de la maleta (valga la redundancia). Lo mejor de esta organización, es que como el viaje es compartido, por supuesto el costo es muchísimo menor al de una carrera particular. Recuerdo que al sitio al que llegaba, un taxi común cobraba 12 mil pesos (18 dólares) y con ellos la cifra bajó a 8 mil (12 dólares).

Así fue mi llegada a Chile, luego de una escala que para muchos parecería eterna, pero que la verdad disfruté cada instante dentro y fuera del avión. En Bogotá pude probar la bandeja paisa, conocer parte de la zona norte y caminar por un aeropuerto de El Dorado que de verdad está en unas condiciones envidiables, mientras que en Perú logramos compartir unos caramelos de coca y chicha morada riquísimos, justo antes de llegar a Antofagasta, aunque lamentando haberlo hecho de noche puesto que eso no nos permitió admirar a cabalidad los desiertos y zonas áridas que rodean su terminal.

La verdad, mi consejo es que disfruten al máximo su viaje. Es un momento único que se puede conceptualizar como el proceso de transformación en pleno hacia su nueva etapa. No se presionen, no dejen que la ansiedad los consuma y aprovechen de descansar, ya que sea por tierra o aire, la distancia entre ambos países (Venezuela-Chile) es considerable.



Este es el primer post de un proyecto que nace con la intención de contar nuestras historias en Chile de forma jocosa y personal. Ante cualquier duda o comentario, pueden escribir abajo o contactarnos a través del correo electrónico tecuentochile@gmail.com. No olvides seguirnos en instagram @tecuentochile para que no te peles la próxima publicación y también seguirte mostrando, a través de fotografías, nuestra mirada de este hermoso país
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